¿Misión cumplida?

Es una frase que todos hemos escuchado, pero que no siempre la hemos podido decir cuando se trata de cambiar de trabajo. ¿Cuándo logramos decir esto en una empresa? ¿En el momento que terminamos un proyecto o llegamos a una fecha límite que nos habíamos propuesto? No es fácil saber cuándo se tiene que renunciar y es que nos llenamos de dudas como ¿Pude haber hecho algo más? ¿Di todo? ¿Me esforcé al máximo de mis capacidades y posibilidades y reconozco que mis competencias no llegan al nivel que la empresa necesita ahora? ¿Cuál es el límite? 

Si buscamos información sobre este tema encontramos de todo;  frases como “Renuncias a tu jefe, no a tu empresa” o “Renuncias a los valores de la empresa porque no son los tuyos” y otros artículos más osados dicen que uno dice eso pero que la verdad es que los colaboradores renuncian porque en el próximo trabajo les van a pagar más. Frente a opiniones tan diversas, decidí buscar a cuatro personas que tenían buenas posiciones en sus empresas y decidieron renunciar, dos de ellas sin tener otra propuesta laboral y los otros teniendo otra opción; así que les comparto un poco sus experiencias. Pongo en cursiva sus frases textuales. Cualquier parecido con tu realidad… no es pura coincidencia.
 
Las ideas que les daban vueltas y no los dejaban tranquilos cuando pensaban en renunciar eran variadas, una de ellas pensaba en que para recibir algo diferente tenía que hacer algo diferente, otro pensaba en que necesitaba un espacio para él y para reorientar objetivos, pensaba incluso en qué tanto de mi forma de ser había cambiado para poderse adaptar a un entorno empresarial, también aparece el tema de ver que por más esfuerzo que uno ha hecho, la empresa en la que está no es de uno, yo quería construir algo que fuera mío, que obedeciera a mi visión y no a la de otras personas. Algo que pudiera dejar como legado.

Si nos damos cuenta, la decisión no es fácil y uno se demora en encontrar seguridad, claramente también tenía en la cabeza el peligro de cambiar mi escenario de estabilidad económica y laboral por un espacio totalmente distinto, me ponía a pensar en si me costaría acostumbrarme a eso, tanto en términos de rutina como en términos de liquidez. 

Los sentimientos en ese momento son encontrados, sentía pena, inseguridad de mí, sentía temor por no saber cómo me afrontaría a estar desempleado, pero a su vez estaba emocionado y con la expectativa de pensar que podría hacer todas las cosas que por falta de tiempo postergaba. También sentía frustración al pensar que mi desmotivación podría estar generando límites en mi rendimiento, sentía que lo correcto era dar lugar a alguien que produzca de acuerdo a lo que mis jefes esperaban.

Las decisiones acertadas en la vida nos dan mucha paz, aunque para ser valientes y realizarlas hayamos tenido que pasar por sentimientos mezclados, por momentos hasta abrumadores…sentí algo de nostalgia porque es como la experiencia de terminar un romance de bastante tiempo (9 años casi). Es ver rotas las ilusiones y renunciar a cumplir promesas que ya no se iban a poder cumplir … después de la nostalgia y algo de tristeza vino la alegría de un nuevo horizonte, amplio, libre. 

Cuando se les pregunta si creen que fue una buena decisión renunciar, todos responden que sí, después de tener sesiones de coaching me sentí segura, me sentí capaz, que era posible, que si iba a poder… descubrí que era buena para otras cosas!!! 

Y explican el por qué, a pesar de los  temores iniciales, pude pensar en muchas cosas, puedo disponer de mi tiempo para producir de otra manera,  descubrí que finalmente postergaba mi renuncia porque estaba en mi zona de confort por la estabilidad que me proporcionaba el trabajo. Salir de esa zona me permitió tomar riesgos en otras cosas y decisiones importantes como emprender algo propio.

Otros ya no estaban tranquilos en la empresa, había algo de desgaste y al final algunas cosas fueron mal manejadas, mi decepción fue fuerte.

Ponerse a pensar en sus renuncias les hacía ver su esfuerzo, su necesidad de crecer más como personas y profesionales, ha sido un enfrentamiento directo con mis mayores temores, inseguridades y contingencias, así como un reconocimiento de aquellas virtudes que me permitirán tener éxito en el futuro. Hay que desarrollar mucho temple.

Al hablar del momento preciso en el que hablaron con sus jefes y les aceptaron la renuncia, algunos dicen que lo primero que se les vino a la cabeza fue la canción de Frozen “ libre soy, libre soy”… las reacciones son de todo tipo, pero algo en común que comparten todos los entrevistados es que estar al frente del jefe y hablar de este tema es difícil, lo primero que pensé fue que mi jefe  no me entendería; sobre todo si le comentaba que estaba renunciando pero no por otro trabajo, sentí alivio por saber que el proceso de renuncia (que tomó buen tiempo por la persuasión de mi jefe y mis dudas) había concluido.

Después de tomar esta decisión importante, los entrevistados aconsejaron a las personas que quieren renunciar que se vayan si realmente creen que ya no pueden dar más en su trabajo, que más arriba no hay lugar para ellas, que se vayan si quiere nuevos resultados en su día a día, que se vayan teniendo un trabajo que les ofrezca nuevas responsabilidades. Que se arriesguen.

Que traten de ver todas las aristas y tengan mucha sobriedad al pensar en renunciar, para que renuncien por las razones correctas y no por impulso, si piensan tomarse un espacio o hacer algo propio, es muy importante ejercitar la autodisciplina hasta en las pequeñas cosas del día a día. 

Es importante que la decisión sea bien pensada y meditada porque más adelante es muy seguro que existan auto cuestionamientos y los argumentos fundamentales para seguir adelante son los objetivos de ese plan general que uno tenga en mente. 

Y es que renunciar no es un juego, es una decisión madura que se toma con la cabeza y el corazón, entonces… ¿Cómo hacer para decir con calma, ESTE ES EL MOMENTO DE RENUNCIAR, sin culpas, escrúpulos, ni comparaciones? Como dicen los entrevistados, pensándolo bien, así que termino este artículo dejándoles una herramienta de autoevaluación concreta de tres puntos, si experimentas los tres puntos… ponte a pensar… 

  1. A nivel físico: No hay bienestar, existen continuos dolores de cabeza, de estómago, cansancio e incluso insomnios (no esperes que te diagnostiquen “burnout”).
  2. A nivel psicológico: Ir a la oficina te genera malestar, incomodidad y falta de entusiasmo, no hay ilusión ni ganas, aparecen ataques de ira o de llanto y se dan  reacciones desproporcionadas frente a eventos menores (no te acostumbres a vivir con “stress”).
  3. A nivel espiritual: no encuentras sentido en lo que haces, tus responsabilidades no te generan realización personal (no te habitués a tener “crisis existenciales” cada fin de mes).

Tómate un tiempo, no se trata de leer este artículo, hacer tu carta de renuncia y hablar con tu jefe HOY!!! De lo que se trata es de que medites con tranquilidad y madurez sin miedo de cuestionar esta área de tu vida;  sólo recuerda que decir “misión cumplida” en el momento adecuado es muy liberador. ¡Ánimo! ¡A pensar con calma!

Verónica Neuenschwander Sahurie
Coach - Integral