¡Qué dolor, qué pena, nadie lo esperaba! ¿Qué pasó? ¡Pero si se le veía sano! Uno no procesa tan rápido la muerte de alguien cuando ha sido inesperada, aparecen muchas preguntas y reflexiones, podríamos resumirlas así: ¿Cómo manejo esta ausencia repentina? En mi vida había un espacio para esa persona y ahora ya no está.
Este artículo no pretende cubrir todos los aspectos del duelo, sino brindar unas palabras de aliento para todos aquellos que en las empresas han vivido la muerte de alguien cercano o de algún compañero de trabajo. Asumir la realidad de la muerte no es fácil aunque todos sepamos que es parte de la vida y que en algún momento nos va a llegar, porque el día a día nos pide que sigamos avanzando: las responsabilidades del trabajo, los clientes, los otros compañeros, todo esto sigue… y es que la vida continúa… pero ¿Cómo continuar cuando uno está sufriendo mucho? ¿Cuándo la pena está afectando?
El duelo es un momento de confusión, de sentimientos extraños, que genera diferentes reacciones en los trabajadores; los que creen en Dios entienden que existe la vida eterna y eso les da más tranquilidad y esperanza, aunque no significa que sufran menos; otros se ponen racionales y se repiten a sí mismos “sigue, no hay nada qué hacer, ya fue, sé fuerte, así es la vida”; algunos pueden tener problemas de concentración y les cuesta mucho terminar sus tareas; a otros los sentimientos los abruman y tendrán pena o rabia, llorarán o renegarán con más frecuencia, dejarán de comer o tendrán problemas para dormir, etc., etc. No se trata de hacer comparaciones y ver a quién le está afectando más y pensar que como hay personas que la están pasando peor que uno, el propio dolor no es válido; para nada, porque eso no alivia la propia pena. El dolor es una experiencia subjetiva y para sanarlo hay que aceptarlo.
Demostrar vulnerabilidad en el trabajo es algo poco entendido en la actualidad, mostrarse molesto, triste o incluso preocupado se interpreta como falta de profesionalismo y madurez, y escuchamos frases como “se está quebrando”, “no le da”, “necesita desarrollarse más”; frases peyorativas que en el fondo sólo demuestran ignorancia sobre las formas de lidiar con el dolor, irónicamente de manera profesional y madura. Esta es una de las creencias más fuertes que hay que trabajar en las organizaciones. Los sentimientos que uno expresa cuando está sufriendo un duelo son naturales, saludables y parte importante del proceso de recuperación. No hay que asustarse frente a estos momentos que todos en algún momento vamos a vivir como trabajadores, sólo hay que aceptarlos.
Por lo dicho anteriormente, es recomendable que en las empresas se tenga en cuenta que no es suficiente con facilitarles tiempos a los trabajadores para que asistan al velorio o entierro, o darles los días libres que la ley permite en cada país; sino que convendría pensarse en algún tipo de acompañamiento organizacional para los colaboradores que han perdido a un ser querido o trabajaban en el mismo equipo de la persona que falleció. Que los trabajadores tengan un espacio para hablar de cómo están, recordarles su individualidad para que reconozcan que cada uno vive el proceso a su manera y que al mismo tiempo pueden sentirse acompañados con las maneras de los demás. No apurarlos en su proceso, aceptar que hablen todo lo que quieran del tema, esa es la mejor manera de organizar los pensamientos y sentimientos que van y vienen de forma intempestiva, proveerlos de un ambiente seguro en el que puedan expresar su pena o rabia, sin juzgarlos.
Qué experiencia de aprendizaje tan fuerte sería que cuando ocurra la muerte de algún trabajador o cuando algún colaborador esté de duelo; la organización sea capaz de compartir el dolor, es decir considerar el dolor como una ocasión para unir a los colaboradores y enseñarles a verse iguales frente a la realidad de la muerte. Que puedan vivir la solidaridad con quienes están pasando por un momento de sufrimiento. Sólo así se convertirá ese período de vacío e incertidumbre en una oportunidad de afianzar vínculos entre trabajadores y, obviamente, cumplir también con el objetivo de superar el dolor con relativa prontitud. Adaptándose a la pérdida poco a poco se da la reorganización.
Se habla mucho de “humanizar” las empresas, veamos las situaciones de duelo sin miedo, como una oportunidad para sacar nuestra mejor versión de nosotros mismos y acompañar a los que están sufriendo a nuestro alrededor, cada uno con la capacidad o habilidad más desarrollada que tenga; algunos con su empatía, otros con su capacidad de generar vínculos, otros con su amabilidad o buen humor, pero sobre todo mostremos una actitud tranquila y acogedora frente a la pena de los demás. Empecemos a ser más solidarios con el sufrimiento de nuestros compañeros de trabajo, seamos realmente “colaboradores” entre nosotros.
Verónica Neuenschwander Sahurie
Psicóloga – Coach Integral
* Dedicado a mis primos POS, JOS y AOS.